viernes, 18 de noviembre de 2011

Vir camina hacia el poder



Hoy, una vez más en este año que tan poco me gusta, repito aquello de que es el último día de campaña electoral. Lo repito, porque en realidad lo es. Mañana toca reflexión. Pasado ejercer un derecho. O no. Libertad. Y esta campaña, al igual que la anterior, no ha cambiado mi intención de voto. Pero también ha cambiado… mis sueños. O my dreams que son más chic.

Yo, a día de hoy, no quiero ni ser princesa –porque en el fondo de mi realidad ya lo soy, aunque mi nombre siga sin tener z-, ni ser presidenta –que eso da mucho trabajo, y muchos peinados, y muchas sonrisas, y mis dientes no son muy fotogénicos-. Lo he pensado mucho, más bien lo he soñado bastante, y yo lo que quiero ser es Primera Dama. A lo Bruni. Que a lo Hillary… vienen las becarias en el pack. Y yo a mi Clark no lo comparto.

Estos días ya me he estado visionando –con mis gafas de visión nocturna- como Primera Dama y es genial. Aunque lo de ser verde le quita glamour, que parecía que de un momento a otro iban a aparecer los caza fantasmas y que moquete se iba a enamorar de mi -y luego contábamos nuestra historia de amor en el Diario de Patricia, que volvía a estar en la parrilla-. Si… ya sé que cuando sea Primera Dama –es un hecho, lo voy a ser-, también tengo que sonreír, pero para cuando mi Clark sea Presidente del Gobierno o de lo que sea, que tampoco es cuestión de apellidar, espero haber solventado ese problema.

Si la otra vez, soñaba con la campaña que iba a hacer, ahora que voy a ser Primera Dama, y de eso se ocupará Clark –aunque él todavía no lo sabe-, yo ocupo mis sueños planeando los vestidos que me voy a poner, los peinados que me voy hacer, la shopping assistant que voy a tener, que seguramente será mi prima y sus blogs –es como Alaska y los pegamoides, un 2 x 1-, que me hará un barato. También pienso muy mucho en los zapatos que voy a calzar… que se traduce en los tacones que voy a sufrir. Porque Clark no es Sarkozy, y la que tiene que ponerse alzas soy yo. Veis… si soy como Letizia. Separadas al nacer, solo que a mi me criogenizaron al nacer como a Walt Disney al morir, y me sacaron años después.

Eso sí, mi sueño de la anterior campaña era claramente un sueño presidencial, pero ahora… ahora como denomino a mi sueño… Sueño damístico, sueño damal… No queda bien. Asi que creo que seré sincera y no lo maquillaré y lo llamaré por lo que es ... sueño de poder… de poder ser VIP, que ya sabéis que yo quiero serlo pa no gastar. Llamémoslo gorronear.

Anoche, dedique mis momentos oníricos a redecorar el Palacio de la Moncloa… Pero no solo lo redecoré sino que lo tele transporte, porque yo no quiero vivir en Madrid. Mi Palacio redecorado, si lo buscamos en google maps… pues lógicamente no sale, porque google maps no conoce mis sueños –que le vamos hacer, hasta google tiene fallos-. Así que ya os diré dónde me podréis encontrar cuando me coronen como Primera Dama, porque yo voy a ser Primera Dama con corona. Y que brille. Que brille mucho.

Pensándolo bien, os lo voy a decir ya… que seguramente que luego esté muy ocupada posando para Vogue o eligiendo pedruscos – pedruscos de joyería, se entiende-. Mi proyecto de Palacio se emplaza en el Valle toledano, en lo que viene siendo la Piedra del Moro, con Toledo a mis pies. Siempre he querido que la ciudad que ocupa mi corazón y que siempre llevo en mi cabeza descanse a mis pies. Imperial. Y como es mi sueño, pues estos últimos días lo estoy haciendo realidad… aunque sea un sueño hecho realidad en otro sueño, se podría decir que es un sueño soñadamente cumplido.



No os preocupéis que en mi proyecto también reservo una parte de palacio para construir una ZBAF, que viene a ser una Zona de Botellón, Amor y Familias, que es lo que se encuentra por el Valle… bueno, en realidad, es lo que se encuentra y se puede contar. Eso sí, la campana de la ermita la voy a silenciar, y solo oirán el sonido los que la toquen, a través de unos auriculares que saldrán de la campana, por el módico precio de 1 euro, que estamos en crisis y hay que agudizar el ingenio, y si por cada pareja/gracioso/a que toca la campana se gana un euro pues oye… menos daba cuando sonaba y repicaba y nadie apoquinaba. Si es que veis como voy a ser una Primera Dama genial… tengo una mente privilegiada, porque la campana esa lleva ahí años… y a nadie se le ha ocurrido mi idea. Ni a los chinos, ni a Mercadona…
Y creo que ha llegado la hora de brindar…
Chin – chin
Salud, que no Afflelou.
Nos vemos en las urnas… o en los bares… y sino… siempre nos quedará el Ginger. Y París también.

Fotos: deviantArt.com

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